«¡Nada mejor que dulces y chocolates para demostrarle a esa personita especial cuánto significa para ti!», exclamó Jim Thomson, dirigente de la farmacéutica Merck, quien rehusó precisar cuánto dinero hizo su compañía el día de ayer por temor a espantarnos con tanto cero. «Olvídate de cuánta azúcar tengan las golosinas, o de cuánto trabajo le cueste al páncreas de tu queridita producir suficiente insulina como para metabolizar toda esa azúcar… ¡para eso estamos nosotros aquí en Merck, con nuestras pastillas para la diabetes y nuestra insulina inyectable subcutáneamente!». En efecto, la farmacéutica lanzó un «Especial para los Enamorados» el día de ayer, en el cual vendía dos jeringuillas de insulina por el precio de una, e incluía como obsequio una cajita de Whitman’s Sampler.
«Claro que podrías regalarle otras cosas a tu novia para San Valentín», admitió Thomson, «tal como joyería cara (¡igual que haría un deportista pegacuernos!), una tarjeta (¿qué mejor que un trozo de papel con palabras escritas por otra persona para decirle a ella cómo te sientes?), o incluso una flor (total, los cacos que las venden en las luces tienen que comer, ¿no?). Sin embargo, si de verdad quieres decirle ‘Quiero endulzarte la vida’, regálale golosinas — ¡y no hay mejor manera de dejarle saber que la amas de verdad que comprando una ámpula de insulina preventivamente por si acaso se va en coma diabética!».
Al indicarle que todas sus sugerencias parecen ser dirigidas a los muchachos y no a las muchachas en búsqueda de regalos, Thomson añadió: «Bueno, al ejecutivo de farmacéutica en mí le gustaría decir que a los chicos también se le puede regalar dulces, pero el hombre en mí lo que dice es que eso está medio mariposón. Chicas, si quieren hacer felices a sus jevos, ¡invéntense que sus papás murieron el Día de San Valentín o algo así y que por eso no lo celebran, y libérenlo de tener que romperse el coco buscando un regalo para ustedes o gastando un dineral en una trapo de cena romántica!».