«Me want food!«, exclamó Populoso mientras trillaba a varios despavoridos empleados del banco mayagüezano alrededor de una de sus sucursales. «Mi banco los compró a ustedes, lo que quiere decir que todos me pertenecen… ¡o más específicamente, que pertenecen dentro de mi barriga!», aseguró el enorme oso antropomórfico, mientras se abalanzaba sobre una pobre cajera que, por estar en medio de su «break«, ni se había enterado de que el hambriento animal la estaba acechando.
«Siempre que ocurren estas adquisiciones, los altos dirigentes de las compañías se caen de culo diciendo que las cosas no cambiarán«, susurró en voz bajo el gerente de la asediada sucursal de Westernbank mientras permanecía escondido debajo de su escritorio. «Sin embargo, nunca es así: la compañía grande siempre se impone sobre la más pequeña y se pone a despedir empleados o, en el peor de los casos, a usarlos como comida de oso. Yo por eso me quedo aquí debajo calladito hasta que el oso ese se jarte comiéndose a mi empleados: ¡a ver si ahora le van con chismes a mi jefe de que soy un ‘mal gerente’ o de que ‘no me importa el bienestar de mis subalternos!».