Paco Juárez, un inmigrante ilegal quien accedió a hablar con nosotros bajo condición de anonimidad sin saber que somos unos hijuelas, explicó: «Yo me compré todos los productos para aclarar la piel que había en la farmacia de aquí al laditito. Figúrate no más: ¿en qué otra cosa podría fijarse un policía que no sea en mi color de piel para sospechar que crucé el Río Bravo en busca de mejor vida? Y tengo que hacerlo prontitito, porque figúrate, si ocurre alguna desgracia en mi barrio, ¿quién llamaría a la Policía para que nos ayude, sabiendo que nos van a deportar a todos?». En efecto, sabiendo que «tener una cara de mexicano que no puedes con ella» es la razón primordial que podría levantar sospechas, miles de ilegales han buscado cuanto producto exista para «no ser tan pinche marrones y ponernos más clarititos, ¡así como hizo Michael Jackson!».
El producto que más auge ha tenido hasta ahora es uno dirigido precisamente a la comunidad mexicana en los Estados Unidos, cuyo nombre es «AzteCal», cuyo su eslogan promocional reza: «Blanqueador de piel AzteCal: ¡ponte tan blanco como la cal, y záfate de encima a La Migra!». Sammy Sosa, el ahora ebúrneo ex pelotero dominicano, recomienda el uso de AzteCal para blanquear la piel: «Aunque yo me blanquié la piel por puras changuerías mías, entiendo que un régimen diario de AzteCal es algo a lo que todos los inmigrantes ilegales en Arizona debe someterse si no quieren que policías racistas y prepotentes se la pasen pidiéndoles identificación como si estuviéramos en la Alemania nazi. ¡Y si se pueden poner lentes de contactos azules, mejor todavía!». De hecho, Sosa le recomendó AzteCal «a toda persona marrón que viva en el estado de Arizona… ¡a menos que no les moleste ser constantemente detenidos por policías que no pueden distinguir a un inmigrante ilegal de un hindú con doctorado en Ciencia de Cómputos!».
Por su parte, muchos puertorriqueños empezaron a someterse a un régimen preventivo de Guaynableach, el blanqueador de piel «especialmente formulado para guaynabichos que quieren lucir tan blancos como pretenden ser», explicando que «uno nunca sabe cuándo otros estados se puedan poner con la misma pendejá’ y que luego uno no pueda viajar tranquilamente al Méinland. Además, si ya marcamos que somos 80% blancos en el Censo… ¿¡por qué no hacerlo realidad y matar dos pájaros de un tiro!?».