Han sido muchos los que se han confundido con el formulario del Censo, que provee un renglón para marcar la ascendencia étnica del ciudadano como «Puertorriqueño», pero inmediatamente procede a preguntar por la raza de la persona, explicando que ser hispano no es una raza. «¡Coño, pues si no es una raza, que venga Dios y lo vea!», exclamó Isidoro Peña, residente de Carolina. «O sea, si me hubieran dejado escoger ‘Marroncito’ o ‘Bronceado’ como raza, lo hubiera puesto, pero si no me dan otra opción, ¡voy a poner ‘Blanco’, aunque eso haga que se me pierda la Abuela!». Peña descartó igualmente la posibilidad de escribir su raza como «Trigueño Oscuro» en el blanco provisto en el formulario, «porque no sé si los gringos van a poder bregar con esa ‘eñe’ cuando pasen la información a la computadora».
«¡He perdido a mi Güelita!», lloró con tristeza Rubén «Cuco» Couvertier, residente de Loíza quien, sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo, indicó en el Censo que era blanco. «Yo tengo una bisabuela española: ¿eso no me hace al menos un poco blanco? O sea, si soy una mezcla de razas: ¿es más incorrecto decir que soy blanco a decir que soy negro, o que soy indio? ¡No tengo la culpa que los americanos que escribieron el Censo vean este asunto de los colores de piel con gríngolas raciales que obviamente no responden a la realidad de un pueblo con tanto grado de mestizaje como el nuestro! No es justo que esto haya hecho desaparecer a mi Güelita: ¡regresa, Güeli! ¡Quiero que me vuelvas a hacer mondongo de almuerzo, con mucha toallita!», exclamó Couvertir con añoranza.
Kenneth McClintock, el Secretario de Estado, indicó que la desaparición de tantas abuelas boricuas se debe «en parte a la poca educación de la ciudadanía en cuanto a cómo llenar el Censo, y en parte al hecho de que hay muchos que parece que no tienen un espejo en su casa». McClintock intimó que, por ejemplo, en Guaynabo se reporta que el 99% de las abuelas se han extraviado, «seguramente porque decirle ‘negro’ a un guaynabicho es peor que mentarle la madre». Para prevenir futuras desapariciones abuelísticas, algunos exponentes de la cultura boricua instaron al pueblo a poner su raza como «taíno» en el espacio provisto en el formulario, pero McClintock tachó esa sugerencia de «totona», y lo que le recomendó a la ciudadanía fue simplemente que «no metieran mochos» en el próximo censo y que no digan que son blancos «si el pelo se les enriza cuando llueve, si saben bailar con ritmo, o si les gusta comer morcilla».