Tito Kayak, ecoterrorista aficionado y la probable razón por la cual hay un tapón ahora mismo en la vía que transitas, se inspiró en el acto de desafío gubernamental de Stack para su nueva hazaña. «Vite, yo no sé volar avionetas, y aunque supiera, creo que nadie me prestaría una, hablando claro», admitió Tito. «Sin embargo, algo hay que hacer para acabar con la tiranía impuestaria del vil Departamento de Hacienda, quien incesantemente año tras año pretende que yo dizque ‘rinda planilla’ y ‘pague contribuciones’… ¡si el Gobierno necesita dinero, que lo saque del erario, que pa’ eso está!».
Es por eso que, para enviarle su mensaje de coraje al departamento de rentas internas, Tito fue a la Farmacia El Amal más cercana y se compró la chiringa que se viera más «feroz» que encontrara en el establecimiento y procedió al Viejo San Juan, donde se encuentra el edificio de Hacienda, para perpetrar su nueva hazaña. Corriendo como un loco para poder enarbolar su volantín, Tito gritó: «¡Hacienda, chúpate este chiringazo de mi ‘Venganza Gayla’ en lo que te mondo la otra!», haciendo referencia al nombre de batalla que le puso a su chiringa justiciera. Acto seguido, el activista intentó impactar su chiringa contra el edificio, pero no pudo porque ésta se le enredó en las ramas de un árbol y de tanta halarla, se le cortó el hilo.
Manuel Caraballo, director de comunicaciones del Departamento de Hacienda, comentó sobre el nuevo acto de «terrorismo light» llevado a cabo por Tito diciendo que no entiende por qué el activista está tan molesto con su oficina: «Total, ¡si Tito Kayak no ha pagado contribuciones desde hace como veinte años! El muy ganso deduce la totalidad de sus ingresos declarándolo todo como un ‘gasto profesional’, lo que es difícil rebatirle, ¡porque nadie sabe cuál rayos es su ‘profesión’! Una vez le descuentas lo que ha gastado en equipo de rappelling, en pañuelos negros, en mochilas con botella de agua integrada, y ahora en chiringas Gayla, ¡muchas veces es Hacienda la que le debe un cheque de reintegro a él!».
A pesar de no poder comprender el coraje de Tito contra la oficina impuestaria, Caraballo confesó que le tiene algo de lástima: «Es más, me da tanta pena que no tengo el corazón de decirle que el edificio contra el cual está tratando de estrellar su chiringa no es el de Hacienda, sino el parking de Doña Fela».