«¡Yo no puedo trabajar en estas condiciones!», declaró bajo juramento el Año Nuevo en su vista de incapacidad en el Fondo del Seguro del Estado. «No hice más que llegar y lo que escuché fueron petardos, cohetes y disparos al aire: ¿esto es Puerto Rico o Beirut?». El 2014 testificó que en menos de una hora le hicieron un car-jacking acabando de salir del dealer; lo asaltaron a mano armada al frente de una estación de policía; y se le metieron en la casa y le robaron hasta la trotadora que le había traído Santa Claus. «O sea, ¿¡quién rayos se roba máquinas de hacer ejercicios!? ¿Tienen muchas libras extra que perder estos cacos, es? ¿Acaso no se mantienen en forma cargando pa’rriba y pa’bajo con todas esas pertenencias ajenas?».
El incipiente año aseguró que no podrá desempeñar su trabajo a causa de estos percances que ha sufrido en el ámbito laboral, y que espera que el estado le mande un chequecito todos los meses como compensación. «Si voy a sufrir temblequeos, pesadillas y mojadas de cama esporádicas simplemente por haber estado realizando las labores por las cuales fui contratado», razonó el 2014, «¡más vale que me aflojen buen billete, ¿vi’te?!».