«Con el Santo Padre ahí al lado dudosamente podía hacer todas esas cositas que lógicamente no presentan ningún problema moral, pero que por alguna razón están terminantemente prohibidas por la Iglesia», declaró Giuseppe Traldi, un devoto católico residente en Roma. «Hasta que se elija otro papa, pienso darme un tremendo gustazo comiendo carne de res los viernes de cuaresma — ¡no más tener que comer carne de pescado insípida por razones que nadie me puede explicar cabalmente! También mi esposa y yo planeamos finalmente tener sexo usando un condón — en vez de usar el método del ritmo, que seguramente se llama así porque tenemos un nuevo hijo cada nueve meses. ¡Tengo que gozarme este awipipío mientras dure!», exclamó con el júbilo de un niño en vacaciones de verano.
Otros católicos practicantes aseguraron que aprovecharán la sede vacante para dejar de aborrecer el matrimonio homosexual; dejar de condenar a mujeres violadas que tienen un aborto; y dejar de creer que la hostia y el vino se convierten literalmente en el cuerpo y la sangre de Cristo durante la Comunión. «Ahora que ya no hay un viejito beato que le pueda venir con chismes a Dios, podremos finalmente fungir como personas sensatas y capaces de utilizar la lógica sin temor a represalias divinas», aseguraron estos, luciendo camisetas con el mensaje: «Non habemus papam!«.
Por su parte, millones de católicos de cafetería alrededor del mundo se rieron de sus más devotos correligionarios, declarando: «¡Pero si así es que nosotros vivimos siempre! Vamos a misa en Semana Santa y Navidades y comemos pesca’o durante la cuaresma, pero no dejamos que la Iglesia nos diga a quién tenemos que rechazar o qué método anticonceptivo usar para no parir como güimos. Y lo mejor de todo: ¡llamándonos católicos nos quitamos de encima a nuestros pa’is!».