Hace varios meses el policía blanco Darren Wilson mató a tiros a un adolescente negro llamado Michael Brown (porque a veces estos titulares irónicos se escriben solos). Aunque el recuento de los hechos del oficial cambió varias veces y algunos testigos aseguraron que Brown estaba desarmado antes de ser abaleado, el gran jurado encargado de determinar si había causa probable para enjuiciar al agente rehusó hacerlo. Expertos legales tildaron esta determinación de poco usual, citando el viejo adagio de que un gran jurado encontraría causa probable para enjuiciar hasta a un sángüich de jamón –por lo que la única conclusión a la que se puede llegar es que el sistema judicial de Misuri piensa que un policía es menos probable de matar a alguien erróneamente que un medianoche de Kasalta.
Ante la quizás no tan sorprendente decisión de un grupo de sureños blancos de no encontrar nada sospechoso en la muerte de un adolescente negro a manos de un policía, los miembros de la comunidad afroamericana en Misuri han finalmente entendido el mensaje de que tienen que andar por ahí calladitos, sumisos y derechitos si no quieren que los maten con impunidad. «Yo no quiero causá’ problema», aseguró dócilmente Franklin Jackson, vecino de Ferguson, hablando como la mucama de los muñequitos de Tom y Jerry. «Ciettamente no quiero darle ocasión a Su Me’cé’ para que se enfade conmigo y me vacíe encima su pistola. ¿Su Me’cé’ quiere un cafecito? Yo le traigo un cafecito a Su Me’cé’ enseguida… ¡pero despacito, para que no se sienta amenazado y me asesine legalmente!», prometió, sonando como el personaje de Colibrí en la telenovela Tanahirí.
Sonequa Johnson, también residente del área, indicó a las autoridades que de ahora en adelante no piensa hacer valer sus derechos ante cualquier representante de las fuerzas de la ley y el orden: «Si quieren detenerme mientras guío porque les parezco ‘sospechosa’, no me molestaré; si me preguntan si pueden catear mi vehículo a ver qué encuentran, no les exigiré que tengan causa probable para ello; es más, si los veo meter una bolsita de marihuana en el baúl con tal de arrestarme, me haré la chiva loca. ¡Mejor es que me arresten y que inevitablemente me encarcelen a que me maten al frente de mis hijos! Al igual que el doctor Martin Luther King, Jr. yo también tengo un sueño: poder transitar las calles de mi vecindario sin temer a los agentes del estado que se supone velen por mi protección. ¡Pero me conformo con que no me llenen de plomo en plena calle!».
Al escuchar estas expresiones, Tom Jackson, jefe de policía de Ferguson, exclamó satisfecho: «¡Coño, al fin! ¡Ya era hora de que captaran el mensaje!».