En la portada aparece Enrique (el bajito y anaranjado, para quienes ya se olvidaron de su niñez), recostando su cabeza sobre el hombro de Beto, mientras ambos ven en la televisión una imagen de los jueces de la Corte Suprema federal. La mera alusión de que los dos títeres pudieran de alguna manera estar participando en algún tipo de relación sexual (a pesar de seguramente carecer de gónadas) fue suficiente para que hordas de homófobos deploraran la imagen, gritando que «Beto y Enrique solo son compañeros de cuarto, y que si alguna vez se dio alguna movida bochornosa seguramente fue porque se dieron par de birras de más y porque a falta de pan, galletas».
«¡No me vengan con que Enrique y Beto siempre fueron farifos tragasables!», exclamó iracundo Marc Weiss, director de la organización «Protect the Family» (cuyo nombre original era «Protect the Family from Fags» antes de que contrataran un relacionista público). «Yo no me perdía a Plaza Sésamo de chiquito y siempre pensé que tanto Beto como Enrique eran macharranes de felpa en pecho y que simplemente eran dos chamacos que dormían en el mismo cuarto, que se querían mucho y compartían todos los aspectos de su vida en un marco de respeto mutuo y am– oh, ya veo…».
«Yo les dije que esto iba a suceder», declaró Linda Garrett, cabecilla de la fundación «Cherish the Children» (cuyo nombre original era «Cherish the Children before the Gays Recruit Them to their Disgusting, Sinful Lifestyle» antes de que se diera cuenta que eso no cabría en sus tarjetas de presentación). «Esto es parte de la Agenda Gay® para introducirse en las mentes de nuestros chiquillos, empezando con personajes de Plaza Sésamo, para seguir con Dora the Explorer y quizás hasta Curious George (a quien seguramente le cambiarán el nombre a ‘Bi-curious George’). Y no digo esto porque me estoy dando cuenta que mi punto de vista es retrógrado, odioso y contraproducente… ¡digo esto porque ya me di cuenta de cuán indefendible es mi posición, y sé que si no me paso la vida armando un alboroto por cualquier zanganá’, terminaré escuchándome a mí misma pensar y usando la lógica!».
Miembros de varias organizaciones que luchan en contra del matrimonio igualitario han declarado que estarán boicoteando vehementemente la revista The New Yorker, y que en efecto harán dicho boicot retroactivo, dado que ninguno de ellos ha jamás leído esa publicación «porque sus comiquitas soquean bien duro».