«¡Qué orgulloso me siento cada vez que escucho alguna referencia a que el canalla que secuestró a esas mujeres en Cleveland es boricua!», exclamó con algarabía Francisco Arce al leer la enésima noticia de un periódico local que aludía a la avasalladora puertorriqueñidad de los presuntos hermanos secuestradores –incluso antes de que dos de estos fueran exonerados. «¡A la verdad que nosotros somos lo máximo! ¿Habrá alguna cima que los borincanos no podramos alcanzar si nos lo proponemos (aunque sea privándole la libertad a varias mujeres por cerca de diez años)?», musitó esperanzado.
«¡Sufran, cubiches!», se burló Melina Torres jaquetonamente al guglear «Castro» y ver primordialmente referencias al puertorriqueño acusado. «Ahora cuando la gente escuche el apellido ‘Castro’ va a pensar en un secuestrador boricua posando para su mug shot en vez de en un revolucionario cubano vestido de verde y cayéndose en cantos. Y eso es bueno porque… porque… este… ¡grítenme weeeeepaaaa!», exultó pluscuampatrióticamente.
«¿Ya ven por qué tenemos a toda costa prevenir que este reguero de marroncitos indocumentados violen la santidad de nuestras fronteras e invadan nuestras comunidades?», preguntó exasperado el congresista James Inhofe. «Solo vienen aquí a delinquir, a chupar de la teta del gobierno y a hacer que el GOP pierda elecciones. ¿No hubiese sido más fácil negarle la visa de entrada a este malandrín puertorriqueño y así evitarnos crímenes como este?», propuso el senador republicano por el estado de Oklahoma, con todo el conocimiento sobre la situación socio-política de Puerto Rico que uno esperaría de un senador republicano por el estado de Oklahoma.