«No puedo comprender cómo puede haber un Dios en el Cielo que permita que sucedan desgracias como esta en el mundo», se quejó entre sollozos el abogado Martín Salazar al leer los titulares. «¿Por qué le suceden estas calamidades precisamente a quienes menos han hecho para merecérselas?», imploró Salzar a las alturas. «No es justo: ¡Bieber lo único que ha hecho es entretener a millones con su voz angelical y carita de yonofuí! ¡Él no se merece padecer de esta manera! Leave Justin alone!«, le exigió Salazar enfáticamente a cualquier deidad que estuviera escuchando.
«¿Por qué nuestros gobiernos no hacen algo al respecto?», increpó iracunda Laura Alma, una jovencita de trece años. «¿Qué no ven que esto es un crimen contra la humanidad de proporciones jenniffergonzalísticas que puede ser fácilmente evitado con un poco de cooperación del mundo entero? Es cuestión de asignar fondos para que Justin pueda contratar a un asistente que lo ayude con la ardua tarea de subir y bajar escaleras — alguien que sirva para amortiguarle cualquier eventual caída, y evitar que se le estropee su bella carita. ¡Es más, yo lo haría de gratis!», ofreció desinteresadamente la fiel lectora de Bop y Tiger Beat.
«Es perfectamente entendible que los medios noticiosos occidentales no se enfoquen en nuestra hambruna centenaria», opinó N’gutu Mbalo, un malnutrido jovencito nigeriano de cinco años. «Personas de mediana edad como yo saben cómo se bate el cobre en este mundo y están al tanto de la apatía del mundo para con el continente africano. Ciertamente no es noticia que millones de negritos rezagados sigamos padeciendo innecesariamente, muriéndonos por falta de comida o exceso de guerra civil, como lo hemos hecho por siglos — ¡pero Justin Bieber no se da un traspiés y se cae de bruces por unas escaleras todos los días!», explicó N’gutu mientras fallecía a plazos cómodos.
Por su parte, los periódicos del país manifestaron estar sorprendidos de la innecesaria cobertura al minúsculo accidente del ídolo juvenil en deferencia a sucesos de mayor envergadura. «Nosotros jamás dejaríamos de cubrir eventos significativos para publicar en su lugar ‘noticias’ baladís que nada componen», aseguró enfáticamente Cristina Ríos, una reportera de El Vocero. «Ahora si me disculpan tengo que terminar un artículo sobre cómo Ricky Martín todavía no ha dicho nada sobre el insulto que un desconocido humorista venezolano alegadamente le profirió en Twitter. Eso es lo que sacaremos mañana en primera plana — ¡digo, a menos que Maripily se riña de nuevo con la Burbu, o que Alejandro García Padilla diga alguna otra barrabasada a la que le podamos sacar punta!».