Por varios días luego de las inundaciones causadas por el huracán Harvey, las redes sociales se encargaron de reprender públicamente al reverendo Joel Osteen (cuya iglesia es tan grande que solía ser el estadio de los Houston Rockets) por mantener esta cerrada en vez de hacer lo que un buen cristiano –o un cristiano, punto– debería hacer para ayudar al prójimo. Aunque primero vino con excusas baratas de que las áreas aledañas estaban inundadas –alegaciones que fueron desmentidas trivialmente con el uso de una simple cámara de video–, finalmente a Osteen se le cayó la cara de vergüenza y abrió las puertas de su iglesia. «Me encanta que esté toda esta gente aquí», declaró el reverendo entre dientes tan apretados que a duras penas se le entendía. «Estos miles de gente sucia, con los zapatos mojados y fangosos, y hedientes a miseria y a falta de chavos. ¡Bienvenidos todos! ¡Por favor no toquen nada, no me mojen la alfombra del altar, y no vengan a pedirme comida, que ya bastante hice con abrirles la puerta! ¡Cristo los ama!», exclamó, antes de saltar en su limusina y salir volando «antes de que se me salte encima un piojo o me roce algún necesitado».
Durante uno de los servicios que se ofrecieron en la iglesia, con las butacas llenas de gente que literalmente perdieron todo lo que poseían en la vida, Osteen tuvo la fuerza de cara de mandar a sus ujieres a pasar los platitos de ofrenda, «para ver si algunos de estos vividores al menos tiene la decencia de soltarnos una pesetita». Sin embargo, lo único que encontró en los platos, allende a un poco de pelusa de bolsillo vacío, fue una notita escrita por el Todopoderoso instando al reverendo a citarse con Él luego del sermón. «Joel está picando fuera del hoyo», explicó Yavé, autor de libros tales como «El Viejo Testamento»; «El Viejo Testamento Parte II: Dios Contrata a un Agente de Publicidad»; y un fan-fic titulado «Twilight: Holy Fangs». «Ya él estaba fuera de base cuando se enriqueció a costilla de sus feligreses, y la siguió embarrando cuando se hizo el chivo loco en vez de ayudar a los necesitados aquí en Houston… ¡pero eso de pedirle chavos a gente que no tiene ni en qué caerse muerta, ahí sí que se pasó! ¡Menos mal que hace poco más de dos mil años empecé a hacer yoga y me tomé un chill-pill, porque si no, este templo ahora mismo estaría hecho añicos!», exclamó la otrora iracunda deidad, mientras respiraba hondo y meditaba alternando las mantras «Ommmm» y «Serenity now!«.
Por su parte, se reporta que Joel Osteen se encerró en su oficina y juró no salir antes de que se vaya Jehová, huyéndole como Don Ramón al Señor Barriga. «¡Si Dios me llegase a cobrar todo lo que Le debo», se quejó Osteen horrorizado, «me quedaría en la misma prángana que esa zafra de infelices muertos de hambre allá afuera!».