El joven afroamericano Freddie Gray fue arrestado por seis agentes de la policía de Baltimore el 12 de abril, y mientras era transportado en un furgón policiaco sufrió una lesión espinal que lo puso en coma, finalmente falleciendo a la semana. La investigación sobre los sucesos revelaron que la víctima –quien resultó no había cometido crimen alguno allende a ostentar un superávit melanínico– fue esposada de manos y pies, pero no fue amarrada debidamente con cinturón de seguridad. A la misma vez, el chofer del furgón guio erráticamente a propósito para que el pasajero se golpeara contra los costados del vehículo; a esta movida aparentemente se le conoce como un «rough ride«, que no es nada más que un cruel y sádico «jueguito» policiaco y no el título de una película porno, como sugiere su nombre.
La comunidad afroamericana de Baltimore alzó su voz de protesta en contra de la nueva víctima del abuso de poder de las fuerzas de ley y orden, provocando violentos motines que duraron varios días y provocaron que la alcaldesa de la ciudad invocara un toque de queda. Luego de investigar el comportamiento de los policías, la fiscal estatal Marilyn Mosby declaró que estaría encausando a los agentes por distintos delitos, entre estos asesinato en segundo grado y homicidio involuntario, seguramente porque «ser un hijo de la gran puta» no es una ofensa procesable. Mosby aclaró, sin embargo, que «el que mi oficina someta cargos contra estos dizque ‘agentes de la ley y orden’ es solo el principio de un largo proceso legal que culminará, inexorablemente, con que todos ellos sean exonerados por un jurado de doce ciudadanos ineptos. Así que… ¡prepárense para otras protestas que terminarán en motines de aquí a par de años!».
«Yo estaré listo para el próximo revolú que se forme aquí», aseguró Terry Thomson, dueño de la farmacia CVS vista en llamas en el 99% de los reportajes sobre los disturbios. «Cuando reconstruya el local, las paredes serán de asbesto, los pisos serán de asbesto y los techos serán de asbesto… ¡y si me dejan, solo venderé asbesto! Sí, quizás me muera de cáncer pulmonar en cuestión de par de años, ¡pero al menos nadie me volverá a quemar el negocio!». Igualmente opinó el propietario de la tienda «Mirror, Glass (And Other Breakables)», quien comprendió que debería relocalizar su negocio «a cualquier ciudad de los Estados Unidos donde no haya racismo, disparidad económica o abusos de poder por parte de la Policía… ¡y cuando encuentre una, les aviso!». Por otro lado, el dueño de la gomera detrás del CVS intimó que «simplemente ajustaré mis precios para poder cubrir los daños a la propiedad y a la mercancía cuando se forme otro fostró en el vecindario el día en que queden absueltos esos guardias. Yo sé que esto seguirá sucediendo y que las cosas no mejorarán aquí en Baltimore: ¡yo vi todas las temporadas de ‘The Wire’!».