Bayamón, Puerto RicoEl juicio en contra del adinerado corredor de seguros Pablo Casellas, acusado de haber asesinado a su esposa, Carmen Paredes, culminó finalmente ayer cuando el jurado regresó con un veredicto de culpabilidad. El equipo legal de Casellas, sin embargo, prometió que apelaría el resultado, usando el argumento de que su cliente no puede ser culpable dado que no es ni pobre ni negro.

Un mallete de juez

Resuelto ya el asesinato de Carmen Paredes, el boricua promedio podrá finalmente proceder a dar su opinión no solicitada sobre el próximo tema sobre el cual tampoco sabe nada [Imagen suministrada]

Durante el día de ayer el pueblo puertorriqueño esperó ansiosamente el resultado del juicio contra Pablo Casellas de una manera no vista desde el caso contra Lydia Echevarría, o quizás desde la final de la última temporada de «Mira Quién Baila». El veredicto de culpabilidad dejó anonadados a los abogados de Casellas, quienes creían que no tenían que pasar mucho esfuerzo montando su defensa «allende a evidenciar que nuestro cliente tiene chavos y es más blanquito que un guaynabito albino moja’o en Clorox«.

Representación artística de la blancura de Pablo Casellas

El licenciado Harry Padilla, miembro del equipo legal de Casellas, opinó que la decisión del jurado fue «contraria en derecho», que quiere decir: «¡Maldición, perdimos!» en lenguaje de abogado. «Es obvio que este jurado no consideró correctamente la evidencia legal que le fue presentada», declaró Padilla, «que consistía primordialmente del hecho de que Pablo Casellas no es un chamaquito muerto de hambre ni un dominicano indocumentado de esos que solemos tirar a la cárcel sin pensarlo dos veces. Si los miembros del jurado fueron capaces de aplicarle las mismas reglas a un acusado blanquito y adinerado que le hubieran aplicado a un marroncito pobre, claramente estaban incumpliendo su responsabilidad constitucional, y eso abre la puerta para una apelación. Y no me vengan con esos ñeñeñés hippietones de que ‘la justicia es ciega’… ¡a menos que sea que la cegó la blancura de mi cliente, o el brillo de su dinero!».

Por El Rata