Moscú, Rusia – El administrador de sistemas y chota aficionado Edward Snowden reveló al mundo el hecho de que la Agencia de Seguridad Nacional (o «NSA» por sus siglas escritas por un disléxico) tenía par de programas secretos que espiaban las comunicaciones privadas de los estadounidenses. Responsable de ventilar los trapos sucios de una poderosa y secretiva dependencia gubernamental, Snowden se dio a la fuga y, luego de estar un tiempo en Hong Kong, voló a Moscú, en cuyo aeropuerto se mantuvo por días viviendo a escondidas de las autoridades. Sin embargo, el hombre recientemente se entregó a los agentes aduaneros para que lo extraditen ya a los Estados Unidos, denunciando estar harto de comer comida de aeropuerto mala y cara y de vivir como turista varado a medio viaje.

El chota del NSA Edward Snowden

Edward Snowden, visto aquí en la ventiúnica foto suya disponible a la prensa

«¡Alguien sáqueme ya de este maldito aeropuerto!», exclamó entre lágrimas Snowden mientras los agentes de aduanas procesaban su entrada oficial a Rusia para así iniciar el proceso de extradición. «Sé que cuando regrese a los Estados Unidos me van a celebrar un juicio rápido y perfunctorio antes de encerrarme en una oscura mazmorra por el resto de mis días… ¡pero al menos no tendré que volver a pagar siete pesos por un trapo de croissant en otro maldito Au Bon Pain!», aseguró el hombre de 29 años, en clara referencia a la escalofriante y pecuniariamente onerosa experiencia culinaria que sufrió en el aeropuerto moscovita.

Un Au Bon Pain en un aeropuerto

Ese pain no es tan bon como lo es très expensive

En efecto, muchos expertos dan por sentado que las autoridades federales mantendrán a Snowden encerrado en la base militar / cárcel ilegal en Guantánamo, Cuba, donde sin duda el joven chota le servirá de amante a algún fundamentalista musulmán y le dará un macabro nuevo matiz al término «sopla-pito«. Aun sabiendo eso, sin embargo, Snowden decidió entregarse porque no podía seguir viviendo en el aeropuerto de Moscú, almorzando y cenando todos los días en Panda Express, tomando café quemado y aguado en Seattle’s Best Coffee, y, más espeluznante aún, sin acceso a WiFi (algo que sin duda todas las cortes internacionales clasificarían como «castigo cruel e inusitado»).

Un Panda Express en un aeropuerto

«¡Mis pesadillas olerán a orange chicken y a broccoli beef por el resto de vida!», auguró Snowden horrorizado

El excontratista de la NSA celebró que ya no tendrá que intentar dormir acurrucado entre incómodos asientos de plástico hedientes a trasero ajeno y falta de baño –manteniendo siempre un ojo abierto para evitar que alguien le robe los motetes– y que no se levantará más sobresaltado de una breve siesta con un anuncio sobre los altoparlantes de que el vuelo de las 6:15 a Vladivostok saldrá con retraso. «Si no hubiera sido porque de vez en cuando iba a Brookstone a darme un masajito en la espalda para luego irme sin comprar na’, creo que hubiera enloquecido», admitió Snowden, desconociendo quizás que nadie nunca ha, en efecto, comprado nada en un Brookstone.

Un Brookstone en un aeropuerto

El Brookstone de Moscú se parece al de muchos otros aeropuertos, empezando por la sillita de masaje a la entrada que es la razón por la cual el 100% de las personas entran a la tienda

Snowden manifestó que ansía ya arribar a los Estados Unidos, «donde estoy seguro que seré enjuiciado, iré a la cárcel, y jamás comeré otro pretzel en Auntie Anne’s –¡así me ayude Dios!».

Por El Rata