San Juan, Puerto Rico – Ante la cantidad de pocavergüenzas que ocurren diariamente en la Isla y el apabullante número de sinvergüenzas que aparentan llenar la mayoría de las posiciones de poder en el Gobierno, el Pueblo está exigiéndole a las autoridades que comience un proceso agresivo de importación de vergüenza.

La penible falta de vergüenza en la Isla es un fenómeno cada vez más perceptible, y trasciende las clases socio-económicas, la edad y el sexo. Estudios lingüísticos hallaron que el puertorriqueño moderno usa la palabra «sinvergüenza» tres veces más a menudo que veinte años atrás, y que la palabra «pocavergüenza» se usa para describir más del 90% de las acciones tomadas por el gobierno de turno. La conclusión inescapable de estudios como este es sencilla: que se está acabando la vergüenza en Puerto Rico y que hay que importarla de donde sea a como dé lugar, y cuanto antes, mejor.


¿Quién no usó la palabra «sinvergüenza» para describir al representante Jorge Navarro cundo se emborrachó y acosó a una muchacha?

«¡En mi época sí que la gente tenía vergüenza!», aseguró don José «Pucho» Martínez, un puertorriqueño de 80 años que ha presenciado la paulatina desaparición de este sentimiento en la Isla. «En aquel entonces los niños no le salían de atrás pa’lante a los adultos (¡y si lo hacían, los jartaban a pezcozá’s sin ningún ñeñeñé!); los chamaquitos que cogían pa’l monte y alguien los mangaba con las manos en la masa al menos tenían la decencia de sentirse ababachados (no como ahora, que se la pasan rampleteando por to’s la’os y no les importa quién los vea); y los políticos de enantes nos mentían respetuosamente y con clase — pero los de hoy nos meten los mochos más inverosímiles con tremenda cara de lechuga. ¡Al menos tengan la decencia de cogernos de pendejos como Dios manda!», imploró el anciano.


El alcalde de San Juan, Jorge Santini, negando algo enfáticamente con cara de lechuga y peinado de mafioso

Todavía no se sabe por qué ahora parece haber menos vergüenza en Puerto Rico que antes, aunque cada cual tiene su teoría personal (coloreada, por supuesto, por el prisma político-partidista): «¡Es culpa de la Invasión del Imperio Yanqui®!» (según el mantra de los independentistas); «¡Es culpa de la Adminstración Anterior®!» (según el mantra de los penepés actualmente en el poder); o «¡Es culpa del Gobierno Corrupto de Pedro Rosselló®!» (según el mantra de los populares — quienes evidentemente necesitan actualizar un poco su cantaleta). Sin embargo, el sentimiento que los une a todos es la seguridad de que «está el sinvergüenza por ahí que hace orilla» — ¡aunque el «sinvergüenza» en cuestión se refiera a alguien diferente dependiendo de cada quien!

Los expertos están buscando fuentes viables de vergüenza para poder importarla y así nutrir la merma de esta que asedia el país. Por ejemplo, el doctor Ion Paulik del Instituto Checo de Investigaciones Baladís apuntó al exceso de vergüenza en países como Japón, «donde la gente es tan cortés y respetuosa que francamente dan ganas de darles una bofetá pa’ que no sean tan changos». También nos recordó de países como Túnez y Egipto, «donde, a pesar de que hace un calor endemoniado, hay gente que hasta se prende en fuego para protestar las injusticias gubernamentales — en vez de estar todo el día hablando mierda y viendo La Comay. ¡Claro está, no es que queramos que la gente de repente empiece a prenderse en fuego como protesta!», aclaró rápidamente el doctor. «¡Sobre todo porque con lo sinvergüenza que son los choferes boricuas, el camión de bomberos nunca llegará a tiempo para apagar el incendio!».


El programa de un títere que cuenta chismes de personas que ni siquiera conoces personalmente es el número uno en la televisión boricua — Pocavergüenza Boricua #914

Las investigaciones igualmente hallaron una sorpresiva fuente de vergüenza que se puede aprovechar sin ni siquiera tener que salir de Puerto Rico. El Dr. Paulik entró en detalles: «Nuestros estudios revelaron que, a pesar de que sí parece haber gente absolutamente desvergonzada en la Isla, hay una gran cantidad de personas que experimentan un fenómeno llamado ‘vergüenza ajena’ que podría utilizarse para distribuir mejor este preciado sentimiento. La investigación que realizamos encontró un gran número de boricuas que se embargaban de un sentimiento de profunda vergüenza cada vez que los noticieros extranjeros reseñaban la barrabasada du jour que ocurrió en la Isla; cada vez que recordaban que ellos mismos votaron por los políticos que están en el poder actualmente; y cada vez que Maripily abría la boca». El doctor concluyó esperanzado: «Mi hipótesis preliminar es que si le damos un talk show a Maripily y la mantenemos hablando las 24 horas del día, ¡lograremos crear tanta vergüenza ajena que podríamos suministrarle toda la que le hace falta a todos los sinvergüenzas en la Isla!».


De solo ver esta foto se podría generar suficiente vergüenza ajena como para curar a dos o tres pillos de playa

Por El Rata