San Juan, Puerto Rico – Mientras realizaba labores de reparación en los hoyos que plagan las carreteras de Puerto Rico, el Departamento de Transportación y Obras Públicas (DTOP) descubrió que dichos boquetes son tan profundos que llegan al otro lado del planeta, propiciando una inusitada inmigración de chinos a la Isla.

Romualdo Martínez, capataz de una brigada de reparación del DTOP, explicó que el descubrimiento surgió a raíz de que su división empezó recientemente a procesar las miles de querellas que estaban cogiendo polvo en su oficina. «Lamentamos que nos tomara tanto tiempo atender estas peticiones de la ciudadanía para arreglar las carreteras», se excusó Martínez, «pero es que no hay personal suficiente para atenderlas, y con tanto hoyanco que hay en estas calles, ¡no damos a basto! Figúrate: en cada brigada tiene que haber cinco personas: un aguanta-rótulos, dos ligones (para detectar, apreciar y acosar al talento femenino que pase cerca), el que de verdad hace el trabajo, y el capataz (que vela a los demás y se la pasa hablando en su celular). Y como se podrán imaginar, no hay chavos para contratar más gente (¡máxime cuando hay que aumentarle el salario al Jefe de Turismo y por supuesto también al Contralor!)».


Aquí vemos al único miembro de la brigada que trabaja tomándose una bien merecida siesta

Martínez contó que de primera instancia su brigada se dio cuenta que en las cercanías de las carreteras con más hoyos siempre había muchos restaurantes chinos, y que la población en las inmediaciones tenía un aspecto «medio Fu Manchú», lo cual despertó su curiosidad. Cuando la brigada del DTOP intentó arreglar los desperfectos, sin embargo, los trabajadores se dieron cuenta que no importa cuánto bitumul le echaran a los hoyos, éstos parecían nunca llenarse, y en una ocasión incluso presenciaron cómo del orificio salía un chino azorado y cubierto de asfalto, mirando alrededor con confusión. «Parece ser que como tardamos tanto en arreglar estos boquetes, éstos simplemente se hicieron tan profundos que llegaron al otro lado del mundo», explicó Martínez. «¡No en balde está el chino aquí que hace orilla!», exclamó, desde la sección de Santurce ahora conocida como «Little Beijing«.


«De este hoyanco nada más debieron haber salido como cinco chinos», estimó Martínez

Li Won Chan, uno de los recientes inmigrantes asiáticos, rememoró cómo acabó en Puerto Rico: «Chinito estal coliendo tlanquilamente pol las colinas de la plovincia de Xiao Wen, cuando de lepente encontlalse con loto muy plofundo. Chinito tlatal de blincal el olificio, pelo no podel, y Chinito caelse en loto y telminal aquí en Puelto Lico». A pesar de lo que tuvo que haber sido una espeluzanante travesía que francamente desafía los límites de la ciencia, Li Win Chan aseguró que se encuentra contento de vivir en la Isla: «Chinito escapal légimen comunista cablón, así que no podel quejalse mucho. Además, pueltoliqueños comel mucho aló blanco y no plonuncial las ‘eles’ tampoco, así que Chinito sentilse muy a gusto aquí». Finalmente, el recién llegado loó la calidad de la «calne de pelo pueltoliqueña», exclamando con emoción: «¡los ‘Puelto Lican Teliels‘ sel la laza de pelo más sablosa que Chinito habel comido!».


Li Won Chan, paseando entre unos matojos que le recuerdan a su país natal

En efecto, indagaciones posteriores también explicaron la sospechosa merma de perros y gatos realengos en las cercanías de las nuevas comunidades orientales. «Digamos que yo nunca pediría ningún plato en un Star Cream que incluya la ‘calne solplesa’ del día», sugirió Martínez, «porque los de mi brigada han visto de dónde los cocineros consiguen su carne, y créanme, no les gustará esa ‘solplesa’ para nada», aseguró, conteniendo un retortijón.


Esta boricua incauta se está comiendo al Señor Bigotes, la fenecida mascota de la Sra. Robles

Por El Rata