San Juan, Puerto Rico – El Secretario del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA), Daniel Galán Kerkadó, anunció ayer en una rueda de prensa de que su misión en dicho departamento es la de «acabar, de una buena vez y por todas, con todos estos malditos ‘recursos naturales’ que nos están saliendo hasta por las orejas, para que así al fin nuestras oficinas puedan tener algo de paz y tranquilidad».

El anuncio no es particularmente sorpresivo para todos aquellos que siguieran la saga de la orden de Javier Vélez Arocho, el anterior Secretario del DRNA, la cual se creó para agilizar la tala de árboles facilitando el permiso necesario para cortarlos: ahora sólo basta suministrar dos (2) fotos de cada árbol que se desee tumbar para obtener el permiso el mismo día. A pesar de que se le pidió que eliminara esa orden al nuevo dirigente del departamento a través de una petición que alcanzó las mil firmas, Daniel Galán Kerkadó, éste se negó, dando así el primer indicio de que pensaba continuar la labor comenzada por el antiguo secretario de exterminar los recursos naturales de la Isla. En efecto, siendo el responsable primordial de salvaguardar los inmensamente abundantes recursos naturales de Puerto Rico, Galán señalo que «el DRNA tiene que velar tantas pero tantas lechugas, que lo que queremos es que venga un cabro bien pero que bien grande y se las coma to’as, y así estaremos todos más relax«.


Trabajadores del DRNA bajando el número de las lechugas que tienen que velar

El Secretario explicó sus puntos: «Los recursos naturales (¡maldita sea su estampa gris!) se la pasan reproduciéndose en una orgía vegetal descarada y desenfrenada que muchas veces incluso tiene lugar al frente de nuestros niños. Básicamente, los recursos naturales son una plaga que está infestando nuestro terruño, y yo veo como la misión del DRNA que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos tengan un Puerto Rico donde se pueda sembrar cemento en todas partes, sin que venga algún arbolito jaquetón a joderte el parto. O sea, nosotros los puertorriqueños no vivimos encarama’os en los árboles, como muchos americanos creen: ¡nosotros vivimos en condominios lujosos y en casas valoradas en medio millón de dólares localizadas en urbanizaciones con nombres como ‘Alturas de los Vientos’ o ‘Colinas de los Pinos’! ¡Ya es hora de que alguien tenga el valor de hacer valer nuestros derechos, y que le dé un bien merecido amansaguapo en la cara a estos desfachatados recursos naturales que atentan contra nuestra cómoda existencia!», exclamó mientras firmaba permisos de tala de árboles sin leerlos. En efecto, el Secretario aseguró que firmaría cualquier permiso que le pongan de frente, sin importar cuán descabellado sea el proyecto, o cuán pobremente documentado esté. «¡Los otros días que creo hasta accidentalmente re-legalicé la esclavitud!», admitió un poco apenado. «Bah, pero que se joda: ¡mientras más esclavos haya por ahí talando matas, más rápido acabamos con la dichosa naturaleza esta que lo que hace es darnos qué hacer!».


En los sueños mojados del Secretario del DRNA, así luce todo Puerto Rico

Aparte del lado pragmático, Galán también citó las razones económicas por las cuales es beneficioso tener menos árboles y otros recursos naturales sobre los cuales velar: «Véanlo también de esta manera: nosotros en el DRNA somos unos pocos, y cada año tenemos menos presupuesto y menos empleados. Aunque quisiéramos (¡y no queremos!), ¿cómo podemos velar tantos recursos naturales si ellos insisten en seguir regándose por to’s la’os como un virus sobre esta isla? Simplemente no damos abasto para controlar tantos recursos, así que estamos simplemente dejando que mermen los números, con el ideal de que lleguen a cero: ¡así finalmente podríamos relajarnos un poco y no tendríamos que estar afanándonos analizando permisos o estudiando condiciones ambientales en las playas o lo que sea que se supone que estemos haciendo ahora! Freeeeeedom!«, gritó lleno de gozo Galán, en su mejor imitación de Mel Gibson en «Braveheart». «Además», concluyó el Secretario, «pa’ mí los árboles lo único que hacen es soltar hojas, tirar bellotas, y proveerle una infraestructura a los pájaros para que hagan nidos y nos caguen los carros: ¡en realidad los muy sucios lo que se están buscando es una buen tala’íta!».


«Piénsenlo», exhortó Galán; «¡si no hubiera playas, tampoco habría playas sucias!»

Galán Kerkadó admitió incluso que en su tiempo libre se pone a guiar por los campos de la Isla («sobre todo por la carretera de El Yunque, pa’ joder») y a sacarle dos (2) fotos a cada árbol que se encuentre en el camino, para luego auto-gestionarse permisos para talarlos a todos: «Es una labor ardua e intensa, pero se hace con amor: yo sólo pienso en que mientras más rápido talemos todos estos malditos árboles, más rápido podré retirarme a mi casita de campo en los montes de Cayey y alejarme de todo el ajetreo de la vida en ciudad». Al preguntarle si los «montes de Cayey» no serían un terreno baldío, polvoriento y caluroso si éstos carecieran de árboles, Galán se detuvo sorprendido y musitó: «Hum… ¡coño, no había planeado con tanta antelación! Pero nada, ¡ya bregaremos con ese problema si es que logramos nuestra misión!».


Hum… ¿cómo se verían las de Cayey sin tanto árbol cubriéndolas…?

Por El Rata