Riad, Arabia Saudita – A escasas semanas del incidente en el cual se le vio al Presidente estadounidense, Barack Obama, inclinarse servilmente ante el Rey Abdullah bin Abdulaziz de Arabia Saudita, se ha hecho público el que Obama ha admitido ser en efecto un súbdito saudita. Sin perder tiempo en su nuevo rol de musulmán, éste se apresuró a despotricar en contra de los Estados Unidos, llamándolos «la Gran Ramera del Oeste».

El presidente Obama chupándole las medias al Rey saudí

A pesar de que la genuflexión obamense tomó lugar a principios de mes, no fue hasta la semana pasada que los medios noticiosos (cansados ya de cubrir temas de mucha monta) empezaron a preguntarse si Obama se había inclinado demasiado ante el Rey Abdullah, generando así un alud de críticas y puntos de vista diversos. Los resultados de las indagaciones de la prensa, además de lograr llenar horas y horas de televisión con opiniones y dimes y diretes, logró dilucidar que el gesto aparentemente simbólico sí poseía un matiz más significativo cuando Obama finalmente admitió que él era en efecto un súbdito saudita. «El que el Presidente tome de la manito al Rey y le dé besos en las mejillas es una cosa», argumentó Wolf Blitzer, reportero de CNN, en alusión al bromance entre el ex presidente George W. Bush y el monarca saudí, «¡pero esa mariconería de postrarse ante el Rey es completamente inaceptable!».


Bush y Abdullah de lo más acarameladitos ellos, dando un paseíto dominical

El hecho de que Obama haya renunciado a su ciudadanía americana no sorprendió a muchos en el campo republicano, quienes incluso desde antes que Obama ascendiera a la presidencia ya dudaban de sus lealtades, y quizás más preocupantemente, de sus afiliaciones religiosas. «¡Se los dije, coño!», exclamó en un orgasmo de reivindicación Rush Limbaugh, locutor radial ultra-conservador y farmacodependiente aficionado. «Desde que los demócratas sacaron de la nada a Osama –perdón, Obama– como su candidato presidencial, supe que algún día lo veríamos doblegándose servilmente ante algún monarca musulmán cual estadolibrista eñangota’o. Yo siempre sospeché que Obama era un arabito de clóset, velando la güirita para intentar convertir a nuestra Nación Cristiana al Islam y a desmerecer así nuestros preciados Valores Cristianos… ¡musulmán de mierda! ¡Ojalá y se muera!», pronunció Limbaugh píamente.


Rush Limbaugh, disfrutando de otro vicio que no es usar drogas

Obama, quien luego de renunciar a la presidencia se mudó a Arabia Saudita para servir como Asesor Político y Lavapié Personal del Rey, pronunció: «Ahora que ya no soy ciudadano americano puedo finalmente decir sin temor a represalias lo que siempre he querido decir: los gringos me roncan las pelotas. Ya me oyeron decirlo soslayadamente en mi gira europea, tirando hints de que los Estados Unidos habían ‘cometido errores’, y de que habían sido ‘arrogantes’: ¿¡qué americano de a verduras hablaría así jamás de su Gran Nación!? Ésa debió haber sido su primera pista de que ya me estaba cansando del julepito de tener que fingir que mi afiliación política pertenecía a un país el cual puedo decir a ciencia cierta que es la Gran Ramera del Oeste, dado que puedo precisar exactamente no sólo con qué países nos acostamos por dinero, sino también cuántos billetes de a veinte les dejamos sobre el tocador la mañana siguiente». Para sellar sus imputaciones, Obama ululó enfáticamente: «¡Lalalalalalalá!».


Pistas había de sobra…

Sobre sus planes futuros, Obama intimó: «Ahora que vivo en el Palacio Real podré estar más cerca de Abdu y aconsejarlo en temas diversos, como por ejemplo, cómo seguir siendo un monarca totalitario con un pésimo récord de violaciones a los derechos humanos, y a la misma vez lograr que el Presidente de los Estados Unidos le haga los mandados. ¡Digo, no que el Rey necesite mucha ayuda en ese particular, porque a decir verdad, él lo lleva haciendo espectacularmente desde hace ya varios años!».

Por El Rata