Vieques, Puerto Rico – No contento con indicar que estaría dispuesto a la presencia militar de la Marina de Guerra de los Estados Unidos en Vieques, el Comisionado Residente ante el Congreso, Pedro Pierluisi, dictó que era igualmente nuestra «obligación moral» ofrecer al pueblo puertorriqueño completo como sujetos para experimentación de armas biológicas del ejército estadounidense, asegurando que «quizás así ganaremos puntos agradando a nuestros amos».

A escasos días de haber indicado que no se opondría a «una presencia militar de bajo impacto en Vieques», Pierluisi se retractó diciendo que «rechazamos la implicación de que estamos dispuestos a aceptar ejercicio militar alguno en las islas de Vieques y Culebra» (comentario que emitió con voz trémula y bajo la mirada severa del gobernador Luis Fortuño). Mientras se sobaba la mejilla izquierda, colorada con marca de dedos, Pierluisi aceptó que «nunca debí haber hecho ese comentario sin la aprobación expresa del señor Gobernador, por lo que me disculpo». Luego de que, satisfecho, Fortuño se retirara del salón de prensa, Pierluisi continuó: «En realidad cuando dije que Puerto Rico podría contribuir en formas diferentes a la defensa de los Estados Unidos, quise decir que podríamos ofrecernos a todos nosotros como sujetos experimentales para cualquier tipo de arma biológica que el Ejército quiera desarrollar: ¡eso sí que es un desinteresado acto de patriotismo! ¡Y acto seguido, tendrán que concedernos la estadidad, ¿no?!».


El comisionado residente Pedro Pierluisi (a la derecha), luciendo la marca del sopapo que seguramente le metió el gobernador Luis Fortuño (a la izquierda), por hablar de más

El Comisionado Residente comenzó a explicar su plan, pero los miembros de la prensa dijeron que apenas podrían entender lo que éste decía dado que en cuanto Pierluisi empezó a hablar del gobierno estadounidense, éste se puso bocabajo en posición sumisa. «Disculpen: es la costumbre», admitió Pierluisi mientras asumía una posición eñangotada más apta para ser escuchado en la sala. «Como iba diciendo: si no tenemos la valentía de re-abrir el campo de tiro en Vieques (que según el excelentísimo senador James Inhofe es el único sitio en la faz de la Tierra donde la Marina de Guerra puede practicar al tiro), lo menos que podemos hacer, como buenos ciudadanos americanos, es ofrecer nuestras venas para que nos inyecten cualquier tipo de químico que el Ejército quiera probar. ¡Total, si hay partes de Bayamón y Carolina que podrían hasta beneficiarse de algún tipo de bombardeo biológico!».


El rubicundo senador Inhofe, todavía cayéndose de culo de que como Vieques no hay otro sitio que tirotear

Pierluisi añadió que, de ser exitosa su propuesta de permitirle al Ejército que use a ciudadanos puertorriqueños como sujetos para probar armas biológicas, esto podría abrir las puertas a compañías farmecéuticas estadounidenses que necesiten desesperadamente conejillos de Indias para medicamentos experimentales. «Ya el Pueblo puertorriqueño ha enviado a sus hijos para que sirvan como patrótica arma de cañón en los conflictos bélicos de nuestra Gran Nación… ¿no es hora ya de que también le otorguemos a ésta el sacrificio de nuestras hijas para probar drogas experimentales? ¡Imagínense el honor de sacrificarnos para ayudar a curarle enfermedades a personas con los cabellos rubios, los ojos rubios, y los dientes rubios (así como Troy Donahue)? Yo me ofrecería también como sujeto de estudio, pero la verdad es que viviendo acá en Washington D.C. y codeándome entre tanto estadounidense, de seguro mi código genético ya se ha mejorado y no sea un buena selección para la experimentación».


«No sé que medicina experimental sea ésta», aseguró Pierluisi, «pero nuesto deber patriótico es tomárnosla a ver qué nos hace»

Complacido con las declaraciones de un jadeante y faldero Pierluisi, el general Victor E. Renuart Jr., Jefe del Comando del Norte, le preguntó a éste retóricamente «Who’s a good boy?» e incluso le tiró un huesito que el Comisionado Residente ágilmente atrapó en la boca y devoró agradecidamente. A pesar de indicar que esta propuesta era «un buen comienzo», Renuart, sentado en su sillón mientras acariciaba maquiavélicamente su gato blanco, aseguró que Vieques sería suya «aunque sea lo último que haga, ¡lo último que haga!».


Victor Renuart, sobando a su gato, Satanás

Por El Rata