Washington, D.C. – En lo que tiene que ser el caso más egregio de «senioritis» en la historia de la política estadounidense, el presidente saliente George W. Bush se fue de juerga durante toda la semana pasada sin decirle nada a nadie. Sin embargo, a pesar de que los Estados Unidos carecieron de su primer mandatario por un periodo de siete días, nadie notó la ausencia de Bush, e incluso algunas cosas mejoraron durante el tiempo que no había nadie al timón.

El todavía presidente Bush, recién regresado de su «semana de joda», le explicó su ausencia a la prensa, la cual al principio no entendía de qué hablaba el Primer Mandatario porque ninguno de ellos se había dado cuenta de que él no había estado en la Casa Blanca durante los últimos siete días. «Sé que les sorprende que me haya ido por una semana sin decirle nada a nadie», comenzó Bush ante las miradas confundidas de los reporteros, «pero es que tenía que enseñarle al pueblo americano lo que sería de esta nación si yo no estuviera al mando. Últimamente lo que hay aquí es una orgía de amor para con el presidente electo, Barack Obama, y a veces me pregunto si es que la gente quisiera que yo me largara pa’l carajo antes de tiempo para que éste asumiera ya la presidencia», preguntó retóricamente Bush mientras los miembros de la prensa le evadían la mirada incómodamente. «Pues bien, mis compueblanos: ¡ya sufrieron una semana sin Bush! ¿Ya tienen una idea de cuánto me van a extrañar?».


«¡Ajá, pensaban que me había desaparecido para siempre, ¿ah?!», preguntó el Presidente Bush a los confundidos periodistas

A posteriores preguntas de la prensa, la Primera Dama, Laura Bush, admitió no haberse percatado de la ausencia de su marido: «O sea, sí me di cuenta que la casa estaba más silenciosa: por ejemplo, no podía escuchar a George jugando ‘Halo’ o ‘Call of Duty’ en el televisor de la sala, o escuchando ese CD de las Dixie Chicks que él pone cuando cree que no hay nadie alrededor. Pero francamente pensé que era que George estaba muy ocupado con esto de la crisis financiera, o con lo de la ayuda económica a las compañías de automóbiles, o que quizás estaba castigado porque [Dick] Cheney lo había agarrado tomando decisiones sin explícita aprobación vicepresidencial. Lo que sí es que, acá entre nos, siempre me sentía agradecida por las noches de no tener que verme forzada a inventarme alguna excusa gulemba (como que tengo dolor de cabeza), o de tener que escucharlo hablar de NASCAR todo el santo día. Ni tan siquiera le pregunté a nadie dónde era que estaba: ¡a caballo regala’o no se le mira el colmillo!».


Cheney dándole una mirada amenazante a Bush cuando éste osó tomar una decisión por su cuenta

El Presidente había logrado astutamente incluso evadir a su destacamento de guardaespaldas del Servicio Secreto cuando efectuó su huida, lo cual resultó ser más fácil de lo esperado dado que los agentes asignados a protegerlo han estado dormidos en las pajas desde noviembre. El agente Thad Sampson, supuesto guardaespaldas del Presidente, dijo: «Adiós, cará’, si es verdad: ¡Bush todavía es el Presidente! Nosotros estábamos tan ocupados planeando el aumento en seguridad para cuando empiece el Presidente Obama, y sorteándonos los turnos para decidir quién sería el pobre diablo asignado a recibir el balazo, que nos eslembamos al proteger a Bush. Aunque a decir verdad, ¿quién querría asesinarlo a estas alturas? Si nadie lo intentó cuando todavía tenía años y años para seguir jodiendo la cosa, ¿quién lo haría ahora cuando ya tiene un pie fuera de la puerta? Además», añadió el agente, «eso sería como agredir a un nene retardado, y eso no se hace».


El agent Sampson, enterándose por su audífono que se supone que todavía esté velando a Bush

Ni siquiera sus más cercanos asesores se dieron cuenta de que el Presidente no se encontraba en Washington. Condolezza Rice, la Secretaria de Estado, comentó que «al darme cuenta de cómo estaba mejorando lo del precio de la gasolina me di una vueltecita por la Oficina Ovalada para felicitar al Presidente, pero no lo conseguí. Regresé par de veces, y como nunca estaba ahí, asumí que era que estaba de vacaciones por enésima vez en el año. Ahora que lo pienso, ¿cuál se supone que sea la diferencia entre esta ‘semana de joda’ y todas las otras veces que él se ha ido a su rancho en Texas a comerse la mierda? Je je, bueno, supongo que una diferencia es que cuando él se va de juerga y no está ni pendiente a los asuntos del país, las cosas mejoran más que cuando está dando órdenes desde el rancho. ¿Por qué él no habría descubierto esto de la ‘joda’ antes de terminar de fastidiar el país completo?», se preguntó Rice, aparentemente sin darse cuenta de que estaba hablando en voz alta.

A pesar de las insistentes preguntas de la prensa de dónde pasó Bush esta última semana, éste rehusó a revelar su escondite secreto, y sólo manifestó pesar de «no haber descubierto antes que había un ‘reino mágico’ donde yo podía escaparme de los rigores y las responsabilidades de ser Presidente», a lo que los reporteros ahí presente asintieron fervorosamente. Sin embargo, su semana de juerga sí terminó costándole algo, dado que el presidente electo Barack Obama aprovechó su ausencia para metérsele en la oficina y comenzar a redecorarla. «No sé para qué Obama necesita poner una mantita en el piso al lado de un libro titulado ‘Qur’an'», musitó Bush distraídamente, «pero bueno, ¡para los gustos los colores!».


Se rumora que éste podría ser el sitio donde Bush pasó su semana de juerga

Por El Rata