Washington, DC – En una movida desesperada para tratar de mejorar su aprobación entre el pueblo estadounidense, el Presidente George W. Bush ha tomado una medida drástica para resolver el problema de la inmigración ilegal a los Estados Unidos: anexar a México y tornarlo en el estado número 51.


El Presidente Bush, quitándole a una mexicana su bandera, diciéndole: «Ésta no la vas a tener que volver a usar, Lupita: la tuya ahora es la que tiene 51 estrellas»

«Según leo aquí en mi fiel diccionario Webster’s,» declaró doctamente el Presidente Bush, «el término ‘inmigración’ se define como: ‘entrar a un país en el cual uno no es nativo o tiene residencia permanente’. Pues qué fácil: al anexar a México como el estado 51, ya por definición los mexicanos no pueden ‘inmigrar’ a los Estados Unidos, y mucho menos ilegalmente. ¡Presto!»


Un diccionario Webster’s, que, para la sorpresa de todo aquél que lo ha escuchado hablar en público, posee el Presidente Bush

Los opositores de Bush en el tema de la inmigración no tardaron en expresarse: «Creo que esto es algo contraproducente», opinó James Inhofe, senador por el estado de Oklahoma. «¡La idea era tener menos mexicanos entre nosotros, no de convertir a todos los mexicanos en ciudadanos americanos! En mi opinión sólo debemos tener dentro de nuestras fronteras la cantidad mínima de mexicanos necesaria para que sean nuestros jardineros, nuestras amas de llave, y nuestros trabajadores de construcción: ¡los demás sobran!»


«Aquí no quiero ni a un pinche mexicano más de lo necesario», declaró enfático Inhofe

Incluso mucho mexicanos mismos están molestos por la decisión unilateral que por demás les robó de su identidad patria, puesto que el Presidente Bush también decidió que al convertirse en estado, México se llamaría ahora Nuevo Nuevo México. «La neta es que le quedó bien mala onda al Presi eso de cambiarnos el nombre y anexarnos así porque sí», se quejó Pancho Juárez, residente de Reynosa, Nuevo Nuevo México. «Aunque debo admitir que está padrísimo que ahora, gracias a nuestra gran población, los mexicanos tendremos una requete fuerza política. ¡N’hombre, si se me hace que el cinco de mayo pronto remplazará al meritito cuatro de julio!»


En su mejor representación de mexicano estereotipado, Pancho Juárez manifestó su desacuerdo con la anexión de su antiguo país con los Estados Unidos, y luego se puso a cantar rancheras y a bailar un tapatío mientras gritaba «¡Ajúa!»

De hecho, los candidatos demócratas a la presidencia ya se han percatado de la importancia que tendrán los nuevos ciudadanos en el proceso político, por lo que Barack Obama lanzó su nuevo eslogan, «¡Obama Está Bien Chido, Güey!», y Hillary Clinton reveló igualmente el suyo, «Vota Por Hillary Y Ella Te Pagará Por Limpiar Su Casa». Por su parte, los republicanos han tenido problemas encontrando un eslogan que los congraciara con los nuevos ciudadanos estadounidenses y que le sea simultáneamente fiel a la verdad. Hasta la fecha, lo mejor que se les ha ocurrido es el eslogan: «Vota Republicano: ¡No Podemos Ser Tan Racistas Como Nos Pintan!».

Por otro lado, en Puerto Rico la noticia de la anexión de México no fue recibida con beneplácito entre los líderes estadistas. «¡Noooooo!» gritó angustiado Pedro Rosselló. «¡¿Ahora qué carajos hago con todas estas pancartas que leen ‘Puerto Rico: Estado 51’?!»


Pedro Rosselló, pensando meditabundo: «¿Me las tendré que meter por el joyete? Hum… de que caben, caben…»

Por El Rata